jueves, 1 de noviembre de 2012

Microrrelato: Última despedida

Pues nada, sin más dilación ni complicaciones, aquí os dejo mi... curiosamente finalista (entre los treinta y siete más votados de un concurso en que participaban 233 historias... De verdad, que no me lo creo, ¡si es un desastre!). El tema era "Criaturas mutantes", y esta es la "little shit" que me salió ;). Por supuesto espero que el prólogo de Michelle me quede mejor.


El reloj de la iglesia tocó, indicando la hora a las dos personas en el interior de un pequeño local de golosinas. Se oyó el sonido de campanillas que marcaba la entrada de un nuevo cliente, y la vieja señora de la trastienda, soltó un estridente chillido:

-¡Niña, atiende la caja!
Con un suspiro, la joven que se encontraba subida a las escaleras, pegó un salto y se situó tras el mostrador. Mascó su chicle rosa un par de veces, y, mirándose las uñas pintadas con esmalte escarlata, saludó al recién llegado.
-Buenas tardes, ¿qué desea?
-Un paquete de chicless de menta, y doss regalicess - la voz sibilante, y casi apenas un susurro, hizo levantar la cabeza a la dependienta para ver quién realizaba el pedido.
A pesar de lo cubierta que iba, escondida tras una sudadera con la capucha calada, vaqueros, pañuelo al cuello, gafas oscuras y guantes, se intuían en esa persona unas curvas femeninas, jóvenes y casi dignas de modelo: por el acento, se notaba que no era del lugar. Tampoco parecía que le gustara ser observada, ya que al alzar la vista la dependienta, se giró en un claro intento de esconderse de su mirada. Quién sabe, quizás era una celebridad disfrazada para no ser descubierta.
-Muy bien - continuó algo extrañada la joven de la tienda, gritando un poco, debido al repentino  jolgorio que se había formado fuera - son tres con cincuenta.
La clienta, que casi parecía asustada por el ruido, entregó un billete de cinco.
-Quédate con el cambio - añadió antes de marcharse rápidamente: no, desde luego no le agradaba que la gente la mirara, y en el local empezaban a entrar los niños recién salidos de la escuela municipal.
Con tanta prisa iba, que no vio el balón que, antes apuntando hacia la portería a su espalda, acertó de lleno en su cabeza.
-¡Cuidado! - gritó un crío, pero para entonces la chica ya había caído al suelo, y en el proceso, perdido sus gafas de sol y uno de los guantes. El grupo de niñas que jugaba a la comba al lado, formó rápidamente un corrillo a su alrededor.
Una de ellas, con dos largas trenzas negras, se acercó y le tendió una tímida y pequeña mano.
-¿Estás bien? - preguntó amablemente
Aturdida, la joven del suelo cogió la mano que se le ofrecía con la suya desnuda, y, levantando la cabeza, esbozó una pequeña sonrisa.
Un minuto más tarde, todo el pueblo estaba alrededor del lugar del accidente atraído por el histérico grito de una niña.
-¡Era un monstruo! ¡Era horrorosa y monstruosa! - sollozaba la pequeña de trenzas negras en el regazo de su madre - ¡Y me tocó con sus manos heladas! ¡Era peor que tocar hielo, era terrible mami! - y de nuevo sucumbió al llanto
Mientras tanto, la joven que había provocado todo aquello, a la que se le habían caído las gafas y un guante, y esbozó una sonrisa sin quererlo, huía con una lágrima dejando un surco en su pálido rostro.
Abrió la puerta de una casa en ruinas, y se sentó, con las rodillas abrazadas, en una esquina del suelo lleno de cristales rotos que era su hogar: tras aquel accidente, también la habían repudiado en casa y no le había quedado otra que huir al lugar más lejano donde sabía que nadie la vería.
Con pasos temblorosos, se levantó y se situó frente al único y viejo espejo de la chabola. Se quitó la ropa y observó lo que un fallido experimento científico había hecho con ella, no solo físicamente, si no mentalmente: pudo haber sido un ser brillante, pero la avaricia y las ganas de más le alejaron del camino correcto, y llevaron a presentarse como sujeto a unas prácticas de mezcla de genes humanos con animales. Un problema, en los circuitos, una explosión; qué más daba. Ahora lo único que importaba es que estaba sola.
Con una larga y pálida mano de dedos membranosos, recorrió las ristras de escamas verdes que cubrían algunas zonas de su mortalmente blanca piel. Se miró a los amarillos ojos sin pupilas, y pasó por las múltiples cicatrices que adornaban su completamente calva cabeza. Hizo una mueca parecida a una sonrisa, dejando ver dos líneas de afilados y finos colmillos venenosos, y otra lágrima cayó.
La lógica y la esperanza le decían que en realidad no podía estar sola, que había más jóvenes en el experimento, y todos debían sentirse como ella, que su obligación era ir a buscarlos, a hacerles sentir bien y unidos, a descubrir que, si lo proponían podrían gobernar el mundo y ser, ante todo, felices. Se enjugó la lágrima, pensando que quizás, y solo quizás, podría lograrlo.
Pero el chillido horrorizado de la niña aquella tarde volvió a su memoria, y le despojó de lógica y esperanza: no había más jóvenes, y si los había, ella no los había visto en cinco años ni los vería ahora.  Todos se quedarían sin fuerzas en algún momento, y no podía ser la excepción. No podía ser la heroína.
Una última vez, esbozó la mueca de sonrisa que mostraba sus colmillos frente al espejo, colmillos llenos de veneno.
-Adióss.
Y, con el sonido de siseo que le recordaba su desgracia aún sonando en su cabeza, mordió su propio brazo, y se inyectó su propio veneno.


FIN

¿A que es muy mala? Lo siento, pero iba a contrarreloj :s. Aún así, agradezco los comentarios, aunque sean merecidamente negativos (siempre que se hable con respeto).
¡Un beso!

2 comentarios :

  1. Eh! Para ser un relato corto no está nada mal, es más es una auténtica maravilla, no es coñá, hahaha. Bueno espero pronto el prólogo de Michelle:) Pero, de verdad que me ha gustado

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo creo que lo único que cumple es lo de relato corto, porque vamos, no se podía hacer un final más repentino y malo...
      Jajaja, bueno, aún así me alegro mucho que te guste :). ¡A ver que te parece el otro ;)!
      Un beso

      Eliminar