jueves, 21 de agosto de 2014

Tormentas humanas.

Todos tenemos tormentas dentro de nosotros de vez en cuando.
Nos revuelven, nos perturban, nos mojan. Algunas incluso nos airean, que también nos hace falta, eh.
La mayor parte de ellas son tormentas repentinas: rápidas e intensas, y luego, se acabó. Las descargamos en un par de segundos y sus consecuencias pueden traernos meses de arrepentimiento, rabia y tristeza.
Pero, ¿qué hay de las tormentas silenciosas?
Aquellas que se infiltran más allá de las palabras; tan profundo que ni tan siquiera los pulmones alcanzan a respirarlas. Simplemente se extienden, recorren nuestra sangre y contienen todo aquello que nos hace infelices cada día. Todo por lo que tenemos ganas de matarnos. Son pequeñas a vista externa, pero muy grandes por dentro. Silenciosas, si. Lo que podría llamarse
"Pequeñas pero matonas."



Escribí este texto hace mucho, pero os lo dejo aquí porque el blog está algo inactivo, me siento inspirado y quiero mostraros como un poco de depresión se convierte en prosa lírica.
Un beso, lectores

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