¡Hola, lectores! Sí, lo sé: desde que ha empezado el curso os tengo abandonadísimos. La verdad es que pensaba publicar este fin de semana, pero ha dado la casualidad de que se celebran fiestas por estos lares y... Bueno, una cosa lleva a la otra, jeje; de cualquier forma, tengo pendiente para antes de que acabe el mes la reseña de mi última lectura, "Y por eso rompimos", así que en breves tendréis alguna novedad por aquí.
Antes de llegar a lo que nos atañe, quiero avisaros de que mi querídisimo colaborador ManuGuisa ha acabado por abrirse su propio blog de reflexiones, Pensamientos de un adolescente triste, así que si os queréis pasar por allí, ambos os estaríamos agradecidísimos :).
Tras esta pausa publicitaria, aquí os traigo el primer... ¿relato? que cuelgo por el blog en siglos: hace unos días, nos pidieron para Lengua que escribiésemos una redacción acerca de un experiencia personal y yo, como soy chupiguay de la muerte, decidí intentar darle una vuelta de tuerca... Y salió esto.
Tal y como el título dice, este relato es algo muy, MUY personal; aún no me explico qué vena me dio por dentro para atreverme así con algo que sabía que leería en público. Además, precisamente porque se hizo para clase, para gente que me ve en mi día a día fuera de internet, contiene bastantes alusiones a cómo me comporto yo fuera del "ámbito virtual", por así decirlo. Pido disculpas por ello y porque sea tan cortito, pero espero, con toda la sinceridad del mundo, que os guste.